martes, 8 de mayo de 2007
Cae un mito de la geoingeniería para reducir el efecto invernadero
Una investigación realizada en las islas Kerguelen del océano Índico ha puesto de relieve que es imposible imitar el proceso natural de fertilización por hierro de los océanos y controlar sus efectos secundarios en todos los organismos marinos. La fertilización artificial de los océanos con hierro, para que aumente la cantidad de fitoplancton y que los océanos puedan procesar así mayor cantidad de dióxido de carbono atmosférico para reducir la contaminación, es una de las propuestas de la geoingeniería para reducir el impacto ambiental de las actividades humanas que se derrumba con este descubrimiento. Por Yaiza Martínez.
El fitoplancton, conjunto de organismos acuáticos con capacidad fotosintética que viven dispersos en el agua, precisa de una serie de nutrientes y también de hierro para desarrollarse. El aumento de su presencia en el océano aumenta también la cantidad de dióxido de carbono almacenado por éstos y puede reducir por tanto la contaminación atmosférica.
Por esta razón, algunas sociedades de geoingienería climática han propuesto remediar el aumento de CO2 atmosférico por medio de la manipulación de la bomba biológica, añadiendo de manera artificial cantidades de hierro al mar.
Supuestamente, la cantidad aumentada de fitoplancton que se derivaría de este añadido supondría una reducción del dióxido de carbono presente en la atmósfera, lo que a su vez reduciría la contaminación provocada por la actividad humana.
En el clima global juega un papel clave el intercambio de gases entre el océano y la atmósfera, sobre todo del dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero. El carbono se presenta en el mar en tres formas diferentes: dióxido de carbono soluble (CO2), como hidrógeno de carbono (HCO3), y como carbono (CO3). Debido a que una parte de CO2 en el agua se trasforma en HCO3 y CO3, el mar es capaz de almacenar dióxido de carbono mejor que la atmósfera.
Proceso inimitable
Sin embargo, una investigación llevada a cabo en las Islas Kerguelen, situadas en el océano Índico, acaba de poner de manifiesto que el proceso natural de aumento del hierro en la superficie oceánica es inimitable de manera artificial por su ritmo natural (continuo y lento) y porque resultaría imposible predecir los efectos secundarios en los recursos marinos de la adición del hierro a los océanos.
La constatación de que, por tanto, la fertilización artificial con hierro no sería igual al aporte natural de este elemento en los océanos, según publica el CNRS de Francia en un comunicado, tiraría por tierra una solución para la contaminación del planeta : el hierro añadido por la mano del hombre no nos ayudaría a limpiar la atmósfera.
Actualmente, y sin ayuda, los océanos absorben ya un tercio del dióxido de carbono que emiten las industrias y demás fuentes humanas contaminantes a la atmósfera. Se había pensado que, al igual que se han plantado árboles para el procesamiento extra de dióxido de carbono, se podía aumentar la captación de este gas por parte de los océanos gracias a la fertilización del hierro en el agua. Esta fertilización permitiría aumentar la cantidad de microorganismos (fitoplancton) acuáticos que procesan el CO2.
Pero, tal como explican los artífices de esta investigación en la revista Nature, la fertilización artificial jamás será tan eficaz como el aporte natural de hierro propio de los océanos, lo que acaba con un mito de la geoingeniería climática, a la que ya nos hemos referido en otro artículo.
Proceso forzosamente natural
El fitoplancton fija el CO2 durante el proceso de la fotosíntesis, capturándolo en la superficie de los océanos y, cuando los microorganismos mueren, depositan el dióxido de carbono en el fondo del mar.
Diversos estudios anteriores habían demostrado que no sólo los nitratos son nutrientes esenciales para el crecimiento del fitoplancton, sino que también el hierro es importante.
Aún así, el aporte de hierro al mar no es una solución del todo fiable, aseguran los artífices de esta investigación, Stéphane Blain y sus colegas, del Laboratoire d'océanographie et de biogéochimie de Marsella (LOB) perteneciente al Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia.
En el cuadro de la expedición internacional KEOPS, que comenzara a principios de 2005, estos investigadores pasaron cuarenta días a bordo del Marion Dufresne en el Océano Austral, a lo largo de las islas Kerguelen.
En esta zona, cada verano se produce una explosión natural de fitoplancton, originada, según los estudios de los científicos, por un aporte natural de hierro procedente de las profundidades y que es responsable de una floración excepcional.
Los científicos han podido constatar en un escenario natural que la eficacia del hierro en este contexto es mucho mayor que la de los resultados obtenidos con fertilización artificial, porque por cada unidad de hierro de las profundidades, el mar capturaba entre 10 a 100 veces más carbono de lo normal en la zona.
Doble de eficacia
Le Nouvel OBS se pregunta al respecto si hemos llegado con este descubrimiento al final de la utopía de la fertilización artificial de los océanos.
La vía biológica de captura del carbono atmosférico, explica, parece ser mucho más sensible a los aportes naturales de hierro en el agua que a la adición artificial de éste, lo que pone en serias dudas la eficacia de las manipulaciones de geoingeniería destinadas a reducir la concentración de gas carbónico atmosférico por fertilización de los océanos con hierro.
Una serie de expediciones al océano Austral entre los años 1993 y 2005 pusieron en evidencia que, en diversas regiones oceánicas, las algas carecen de hierro, pero se multiplicaban con rapidez si se añadían pequeñas cantidades de este elemento.
A pesar de todo, el estudio en el medio natural de las islas Kerguelen ha revelado que el aporte natural de hierro en la zona procedente de las profundidades marinas gracias a diferentes mecanismos de transporte, el consecuente florecimiento del fitoplancton y el posterior hundimiento del carbono a las profundidades, es al menos dos veces más importante que la captura del carbono logrado por medios artificiales, y que se consigue con cantidades de hierro mucho menores.
El resultado muestra por otro lado que el sistema oceánico es mucho más sensible a las adiciones naturales de hierro de lo que se podría predecir de las experiencias artificiales.
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